miércoles, 22 de octubre de 2014

Descubrimos el final del cuento

Cada niño leyó el final que se había inventado para el cuento de “Los tres peces” y el resultado fue espectacular. Descubrimos que tenemos grandes escritores y escritoras en nuestro cole pues hay cuentos maravillosos, incluso alguno ha sido muy similar al verdadero. Todos relataban las diferentes aventuras que se habían imaginado para esos peces y después nos contaron con qué pez se sentían más identificados, con el pesimista, el realista o el optimista. Todos escucharon con mucha atención e interés y compartieron sus diferentes emociones.


… Continuación.

- Tampoco me parece juicioso lo que dices, compañero- le respondió el que brillaba como plata-. Tenemos que hacer cuanto podamos; los dioses inmortales quieren que nos mantengamos serenos y capeemos el temporal con firmeza. Hay que hallar una solución. ¿Sabéis qué deberíamos hacer?, pues que ahora mismo remontemos el río tan lejos del mar como podamos, nadando contra corriente; y mañana al amanecer no nos atraparán.
- No se ha escrito nada de los cobardes- lo abroncó el pez como el fuego-. ¡Y tú eres un cobarde de pies a cabeza!
- No compliquemos el asunto, que todavía será peor- remachó con pesimismo el pez dorado.
Ante la tozudez de los peces rojo y amarillo, el pez plateado, convencido de que la decisión que había tomado era la más realista, se despidió de sus dos amigos con un golpecito afectuoso con la cola.
El pez de plata tenía el presentimiento de que no volvería a verlos. Empezó a nadar río arriba, hasta que las aguas ya no tenían ni pizca de regusto de sal y el lecho no era bastante hondo para que las barcazas de los pescadores pudieran moverse con soltura.
A la mañana siguiente los pescadores subieron a las barcas y se adentraron río arriba hasta el lugar que conocía el viejo pescador. Echaron el ancla y calaron las redes.
El pez rojo hincaba los dientes en las cuerdas y las roía con sus puntas aceradas. Cuando los izaron a cubierta, se abalanzó contra el primer pescador que le acercó las manos. Tardó muy poco en sentir un golpe en la cabeza que lo dejó aturdido.
El pez amarillo se quedó quieto en el fondo de la red, como muerto.
- ¡No hay nada que hacer! ¡Dejémoslo!- iba repitiendo con inútil conformidad.
Al cabo de poco yacía al lado del pez de fuego.
El pez plateado continuó nadando, sumergido en las pozas frescas, cercanas a las fuentes del río, donde las barcas no llegarían nunca.
FIN

Es muy importante aumentar la tolerancia a la frustración, de tal forma que, aunque experimentemos una situación decepcionante, seamos capaces de superarla sin grandes problemas: debemos buscar soluciones eficaces.
El pez rojo respondió con objetivos imposibles; el amarillo, sin ambición alguna; el plateado buscó una solución realista y efectiva. Ya véis cómo les fue a los tres…
( El gran libro de las emociones. Textos: Esteve Pujol y Rafael Bisquerra. Ed. Parramón)

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